domingo, 23 de febrero de 2014

El baño

Ella me pide perdón.
Después de llamarme a los gritos porque vio algo pero cuando le pregunto qué, no sabe. "No sé", repite desnuda y abrazada a sí misma en la bañera.
Cierro la canilla, trato de tranquilizarme. No trato de tranquilizarla. No me sale sin esfuerzo. Y no hago el esfuerzo.
"¿Qué te pasa?" pregunto con mi modo seco. El modo con el que me defiendo de su deterioro, de su locura. Como si fuera una zanja seca entre ella y yo. Ella vulnerable y desnuda en el agua. Yo una niña del otro lado que quiere que su madre la abrace. Que deje de abrazarse a ella misma y la abrace. "¿Qué te pasa?" Repetí. (En mi caso parece no molestarme la repetición).
"No sé", repite. "Perdoname".
Y entonces, pienso que se siente culpable. Culpable por tener esta enfermedad de mierda. Mientras voy a buscarle la toalla para luego secarla, pienso en sus hermanas muertas. Tan jóvenes. Pienso en mi papá enfermo toda su vida. Ella trabajando todo el día sin verme. Yo al cuidado de una de mis abuelas, mi abuela Tita. La muerte de mi abuela Tita, la de mi abuelo Pedro -su padre- que ahora me vengo a enterar que tenía Alzheimer. Pienso en la estafa que tuvo que afrontar. Pienso en sus decisiones. En que no denunció a su amigo que robaba la plata de la escribanía y entonces la acusaron a ella. No sabemos si estuvo presa unas horas o no. Estafa al fisco es un delito penal. A esta altura debe más de dos millones de pesos. La inhabilitaron. Empezó a perder peso. A olvidar. A no querer recordar.
Le alcanzo la toalla. Es una que usaba para ir a la playa. Tenía nombre y todo "ladelaplaya". Ella la ponía en su bolso, junto con el termo y algún saquito y el rayito de sol. Nada más. Y se iba a la playa. No nos esperaba. Le gustaba llegar sola.
Le doy la toalla. La agarra sin salir de la bañera y la moja. Por algún motivo no me enojo. Me doy cuenta de que no se lavó el pelo. Me resisto a aceptar que ahora no podrá lavarse sola. La hago entrar nuevamente y le lavo la cabeza, con toda la ternura que me sale. Que para mi modo de ver no es mucha.
La zanja seca en contacto con el agua.
Ella me mira. Tengo ganas de abrazarla pero no puedo.
Pienso en su vida mientras le tiro agua con un jarrito y me dice que está muy caliente. Pienso en cuánto de todo aquello tengo sobre mis espaldas. Pienso que debo sacárme ese peso lo antes posible. Pero todavía no sé cómo.

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