Ya nada me importa.
Te veo consumida por tu propio cuerpo, tu propio cerebro, tu
propio dolor.
La enfermedad del olvido. Del desconocimiento. Del perderse.
Vos sola en la cama blanca. La frazada agujereada y tus
labios resecos, los ojos que comienzan a amarronarse. Veo por primera vez una
línea de pecas sobre tus párpados. ¿Veo por última vez tu sonrisa? Me pregunto
cuándo te irás. Cuándo me dejarás. Cuándo me quedará tu recuerdo. Solo tu
recuerdo. El recuerdo de tu olvido. El dolor de tu dolor. La tristeza de tu
amargura. De tu rechazo a comer. De tu decisión de dormirte.
No quiero verte sufrir. Te vas a ir pronto. Te vas a llevar
con los labios pintados mi último amor incondicional, quizás el único. Para
siempre desamparada de tu amor de madre. De tu mirada, de tu calor. Estás fría.
Tenés frío.
Te llevo otra frazada pero se la ponen a la señora de al
lado. Ella tiene la sonda que entra por la nariz. Yo no quise ponértela. Sé que
estuve bien pero yo también tengo frío.
Estamos vos y yo y esa frazada, la agujereada. La otra ¾la de rayas¾ se la dejé a la señora de
al lado. La muerte da frío.
Tengo frío.
Pero no importa.
Después de la muerte no hay nada.