jueves, 1 de mayo de 2014

Los perdidos IV

Las pulsaciones aumentan y se detienen. Aumentan. Se detienen. Miro el tatuaje que llevamos todos. Me pregunto quién podría hacer uno nuevo si hubiera otro nacimiento. Me pregunto si podría haber otro nacimiento sobre tanta infertilidad. No soy la única mujer, queda Elena. La frente se el ensanchó hace bastante. Los maxilares se le fueron hacia adelante. Los ojos se le abrieron, como al resto. Sé que tiene mi edad pero parece treinta años más vieja. El pelo primero se le puso blanco y después se le fue cayendo desparejo. Le caen como franjas, como rejas, sobre la cara blanca. Los labios secos, las manos temblorosas. Ella no podría ser madre. Me pregunto si yo sí. Tampoco queda un hombre entre nosotros capaz de engendrar un hijo. Solo el profeta podría hacer algo. Aunque lo dudo. No sé por qué pienso tdo esto. Al fin y al cabo, para qué traeríamos un hijo a este mundo deshauciado. Solo la locura, o la esperanza, nos llevarían a eso.