lunes, 3 de marzo de 2014

Que sea en invierno

Cambié de opinión. Que sea en invierno. Sí, el frío es el mes que mejor le sentaría a nuestro amor. Además, podemos seguir tomándonos un tiempo -de ahora hasta junio- para mantener la distancia y el deseo. Como hasta ahora. Quiero decir, sigamos haciendo esto de un llamado, distancia, otro llamado, distancia y más o menos para mediados de junio, digamos el 19 o el 20 me llamás pero esta vez para por fin invitarme a tomar un vino. No quiero ir a tomar una cerveza, te lo aclaro desde ahora. Desde hace unos años la birra me empezó a caer mal y además, podemos tomarnos cuatro que no va a pasar nada. El vino tiene otros tiempos. Elegí vos cuál que yo no tengo idea. Sé que prefiero Malbec pero nada más. De ser posible me gustaría que piquemos algo, no hace falta que me invites a cenar. Me voy a poner un pantalón negro y una camisa rosa con rayitas amarillas que me regalaron para navidad. Sé que parece que no combina pero vos dejame a mí. Ah, me corté el flequillo. Hace meses que no nos vemos así que te lo aclaro para que te vayas haciendo a la idea. Arriba de la camisa, un saquito por el frío. Te paso a buscar o nos encontramos en algún lugar, donde vos digas pero no quiero que vengas vos a buscarme. No sé bien por qué. Elegí un lugar lindo, no como el último en el que estuvimos hace más de un año que era un bajón, luces y vidrieras, el típico café menemista. Debería ser un restaurant o uno de esos lugares de tragos, pero no un bar con pool y mesas de madera. Yo te paso a buscar. Vos bajás. Vamos caminando. Me abrís la puerta del restaurant, nos sentamos uno frente al otro, me preguntás cómo estoy. Quiero que me mires a los ojos. Que me hables. Que me escuches. Pero quiero que en algún momento me interrumpas. Que me digas que no aguantás más. Que al fin, te animes a decirme lo que sentís por mí. Que dejemos de escondernos. De llamarnos, de escribirnos y desaparecer. Quiero que dejemos de pensar que podemos ser amigos. De pensarnos. De extrañarnos sin casi conocernos. De odiarnos por no poder dejar de imaginar un beso que nunca nos dimos. Un beso que no llega. Pero esperá, no me beses todavía. Esperá un poco más. Hablemos de los miedos. De por qué todavía no es el momento. Alarguemos esto antes de arruinarlo. Antes de constatar que el beso de los sueños es un beso real que puede desilusionarnos. Sigamos hablando un poco. Contémonos todo lo que nos queda por resolver para poder besarnos tranquilos. Contémonos los procesos que tenemos que hacer para sentirnos seguros. Contame sobre las decisiones que tenés que tomar y no te animás. Prometeme que pronto las vas a tomar y vas a ser feliz y me vas a venir a buscar. Yo te voy a contar sobre las trabas, los impedimentos, mi falta de libertad y cómo me voy a organizar para poder vernos. Te voy a jurar que no bien me organice voy a estar menos cansada y más alegre. Hablemos de eso. Si querés podés agarrarme la mano mientras tanto. Eso me gustaría. Yo por ahí me animo y te acaricio con la otra mano. De repente podés bordear la mesa, no me voy a incomodar, y te podés sentar al lado mío. Estamos en uno de esos restaurants con boxes así que podés venir más cerca. Me corrés el pelo hacia atrás. Yo miro para abajo. Me levantás la cara desde el mentón y te sacás los anteojos. Me mirás a los ojos. Me encantan tus ojos. Son sinceros pero callan. Hay silencio entre nosotros ahora y quizás por eso puedo sentir el calor de tu respiración. Estás más cerca. Sé que vas a besarme. Alcanzo a oler tu aliento. Es algo nuevo. Cierro los ojos. Los abro. Pongo mi mano en tu boca y te detengo. Todavía no. Todavía no es invierno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario